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El Metro como botín político

Por Mariel de La Riva

Mientras los trabajadores del Sistema de Transporte Colectivo enfrentan carencias, riesgos operativos y una presión constante por sostener un servicio al límite, en las oficinas del Metro se festejan cumpleaños pagados con recursos públicos. No es una anécdota menor ni un chisme administrativo: es el reflejo de una lógica de poder que hoy domina la gestión de Adrián Rubalcava.

Lejos de concentrarse en la seguridad, el mantenimiento y la transparencia, el director del Metro continúa repartiendo cargos estratégicos como si se tratara de cuotas políticas. Ahora se perfila la llegada de Paulina García Moreno a la Subdirección de Administración y Finanzas, una de las áreas más sensibles del organismo, donde se deciden contratos, presupuestos y prioridades de gasto.

No es el primer movimiento que despierta alarma. Antes, Rubalcava colocó en el área de Compras al Extranjero a una funcionaria veracruzana que había sido inhabilitada por la contraloría. Hoy, suma a una expriista cercana a Luis Videgaray, señalada por presuntos actos de corrupción durante el gobierno de Delfina Gómez. El patrón es claro: perfiles cuestionados, con antecedentes polémicos, ocupando posiciones clave en el corazón financiero del Metro.

Lo más grave no es solo la reincidencia, sino el silencio. Clara Brugada, jefa de Gobierno electa y figura central del próximo sexenio capitalino, no ha fijado postura frente a estas decisiones. Su mutismo contrasta con la preocupación creciente entre los trabajadores del Metro, quienes advierten que estos cambios no obedecen a una mejora institucional, sino a la continuidad de prácticas que han llevado al sistema a una crisis profunda.

Desde los talleres hasta las áreas administrativas, el reclamo es el mismo: mayor cuidado con los nombramientos y un alto a la utilización del Metro como plataforma de ambiciones personales. Para quienes sostienen día a día la operación del transporte más importante de la ciudad, cada designación opaca significa menos recursos para mantenimiento, más riesgos para los usuarios y un futuro aún más incierto.

El Metro no necesita celebraciones privadas ni cuotas políticas. Necesita profesionalismo, ética y rendición de cuentas. De lo contrario, seguirá confirmándose la percepción de que, bajo la dirección de Rubalcava, el objetivo no es rescatar al sistema, sino seguir saqueándolo. Y ese costo, como siempre, lo pagan los trabajadores y millones de usuarios que dependen de él todos los días.

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